Noto a Hank un tanto calmado, su etapa neoyorquina y su libro (Californication) parece que lo han amansado. Regresar a Los Ángeles fue un error porque, aunque intente escapar de esa soleada Babilonia, se ve irremediablemente atrapado en el lugar. Ya sabía yo, y todos vosotros, que volver a L.A no sería bueno para él. Está algo descolgado ya que todos sus amigos y su familia han seguido adelante sin él.
Mientras Hank, el comedido, procura mantenerse lejos de los problemas y de la sensual Kali (Meagan Good), cantante con la que coincide a diez mil metros de altura. Ella es “la mujer” de Samurai Apocalypse, un rapero que quiere a Moody para escribir el guión de su película. El cine tienta a Hank de nuevo y el dinero es fácil. Todo parece sencillo pero entra en escena el desequilibrado Eddie Nero (grande Rob Lowe) que descubre el guión de Tyler y decide convertirlo en una película.
Esta temporada de Californication es la menos Californication hasta la fecha. Hank realmente intenta hacer un esfuerzo, aún así todo le sale mal y termina haciendo daño a los que quiere y haciéndose daño a si mismo. El sexo y las situaciones surrealistas (esa noche en el coche de la policía) siguen vigentes y es que Californication no sería lo que es sin esos momentos. Echo de menos a Marcy, que desde que está casada con el gran productor, está casi desaparecida en combate y se la ha exagerado convirtiéndola en una caricatura del personaje que tanto amé durante cuatro años.